miércoles, julio 27, 2005

Let's get it on

Como he tenido un día accidentado paso por el blog furtivamente y me tomaré la licencia de dar un consejo para afrontar una noche de verano como ésta, disfrutando de la brisa.

Primero de todo. Borrón y cuenta nueva. Da igual lo que haya sudado, sufrido o trabajado. Todo se puede enmendar. Incluso si va con bermudas y chanclas, Lo importante a partir de ahora es la actitud. Sólo hay que seguir dos pasos.

1) Prepare usted un dry martini a su chica con todo el mimo con el que los dioses le hayan regalado. De la pericia que emplee dependerá el premio que obtenga.

2) Póngale sonido a la letra que se indica. A no ser que sea un genio, no lo intente con su voz y utilice el CD de Marvin Gaye. Sí, ese que guarda como oro en paño para momentos escogidos:

Marvin Gaye - Let's Get It On
I've been really tryin', baby
Tryin' to hold back this feeling for so long
And if you feel like I feel, baby
Then, c'mon, oh, c'mon
Let's get it on
Ah, baby, let's get it on
Let's love, baby
Let's get it on, sugar
Let's get it on
We're all sensitive people
With so much to give
Understand me, sugar
Since we've to be here
Let's live
I love you
There's nothing wrong with me
Loving you, baby no no
And giving yourself to me can never be wrong
If the love is true
Don't you know how sweet and wonderful life can be
I'm asking you baby to get it on with me
I ain't gonna worry
I ain't gonna push, won't push you baby
So c'mon, c'mon, c'mon, c'mon, c'mon, baby
Stop beatin' 'round the bush
Let's get it on
Let's get it on
You know what I'm talkin' 'bout
C'mon, baby
Let your love come out
If you believe in love
Let's get it on
Let's get it on, baby
This minute, oh yeah
Let's get it on
Please, let's get it on
C'mon, c'mon, c'mon, c'mon, c'mon, baby
Stop beatin' 'round the bush
Oh, gonna get it on
Threaten' you, baby
I wanna get it on
You don't have to worry that it's wrong
If the spirit moves ya
Let me groove ya good
Let your come down
Oh, get it on
C'mon, baby
Do you know the meaning?
I've been sanctified
Girl, you give me good feeling


NOTAS:
1- El sexo del sujeto es indiferente.
2- Si le funciona, páselo. Igual que he hecho yo.
3- No tenga miedo de abusar de esta técnica. Nunca se cansará. Además, el tercer paso ya es cosa suya...

martes, julio 26, 2005

Delitos y faltas


Quien me conozca habrá oído la historia probablemente al otro lado de una cerveza. No tiene nada de particular, pero siempre me acuerdo cuando veo la película. Todo empezó en el Café Moderno, nuestro verdadero hogar en Zaragoza. Tres estudiantes que no estudian pasando "el momento dulce del día". Esto es, una apacible tarde leyendo los periódicos al pie de un café con leche de por lo menos tres cuartos de hora. Amortizando la consumición con la prensa:

- He visto que echan "Delitos y faltas" de Woody Allen en el Cerbuna. Me apetece volverla a ver, ¿os hace? - les dije.
- ¿Lo organiza el Cineclub? - dijo el desaliñado esencial Iñaqui (usaré nombres ficticios).
- Por mi bien, hace tiempo que no la he visto y me apetece - dijo Antonio.
- No sé, pone GBU Cerbuna en el cartel. Supongo que será algo así.

Así que los 3 en marcha llegamos al colegio mayor. Sí, la proyección es gratuita, nos señalaron en la cafetería con aire extrañado. Llegamos por el pasillo que nos indicaron a una sala de no más de 30 personas de capacidad con un pequeño proyector. Éramos los únicos, así que nos sentamos en un pupitre esperando que pasara algo. La cabeza de una chica asomaba fugazmente por la puerta, como si fuera una criatura silvestre. De repente, entraron simultáneamente 8 o 10 personas y una señora de mediana edad cerró la puerta tras de sí y echó el pestillo.

Un hombre de unos 30 años de edad, con gafas de culo vaso y evidente carencia de tablas subió a la tarima:

- Bienvenidos a una nueva proyección del Grupo Bíblico Universitario Cerbuna. - toma ya GBU, parecía decir la mano de Antonio mientras golpeaba su frente. - Hoy veremos la película "Delitos y Faltas" del prestigioso director Woody Allen. Al finalizar la película debatiremos, si os parece, sobre el contenido.

Y empezó la película. Tan buena como siempre, por cierto. No pareció afectada por el integrismo evangélico que flotaba en el ambiente. Recuerdo la cara de apuro de Antonio y la felicidad de Iñaqui. A éste le parecía un golpe de suerte, con toda probabilidad. Observaba divertido a todo el grupo de jóvenes bíblicos mientras se mordía la lengua con su gesto característico de asombro. Antonio propuso que nos largáramos, pero le recordé que nos habían encerrado bajo llave. Pronto nos metimos de lleno en la película que acabó en un abrir y cerrar de ojos, o en un apagar y encender de luces.

La señora cancerbera puso su espalda contra la puerta mientras accionaba el interruptor de la luz. Antonio hizo amago de levantarse, pero había quedado encajado sin remedio en el pupitre y en el fondo sabía que no flanquearía la puerta sin la autorización, o por lo menos la condescendencia, de la señora de las llaves. Viendo lo fútil de su intento se dejó caer otra vez en el pupitre. El hombre de mirada vidriosa (sería más propio decir de remotos y minúsculos ojos vidriados) subió a la tarima otra vez y con la mejor de sus sonrisas espetó:

- ¿Bueno, quién quiere empezar? - un minuto largo de silencio. Ligeramente encorvado hacia delante sólo nos miraba a nosotros. Estaba clarísimo que los ocupantes de la primera fila, que nos miraban interesados apoyando el brazo en el respaldo, eran infiltrados. Lo intentó de nuevo:
- ¿Queréis comentar algún aspecto que os haya parecido bien, mal, regular? - insistió. Esta vez la pausa fue más larga. Iñaqui me miraba divertido mientras podía oir el sudor frío que se escurría por las patillas de Antonio. Una chica de la primera fila, bastante bonita, por cierto, intentó romper el hielo. Si hubiera empezado por declarar que era el cebo para nuevos visitantes no hubiera sido tan clara. Hablaba mirándonos directamente a nosotros, vuelta hacia detrás, y contaba un rollo horrible sobre el crimen y el arrepentimiento. Enseguida se hizo el silencio otra vez, y tras un par de incómodos minutos, el orador volvió a intentarlo. Esta vez dio en el blanco:

- ¿Alguno de vosotros la había visto antes? - inquirió el gafón. Alarmado vi de reojo como Antonio asentía con la cabeza con gestos amplios mirando al suelo. ¡Bravo por el gafotas! pensé. Esa había sido una buena jugada y nobleza obliga. Pobre Antonio, pensé. El moderador se abalanzó sobre su presa sediento de sangre:

-¿Sí? ¿Qué te ha parecido esta vez? ¿Qué te parece que siente el protagonista? - no cabía en sí.
Antonio mantuvo su metro ochenta y cinco de humanidad de dandy ingles hierática. Aunque miraba hacia el frente, sin ninguna duda, una segunda inspección revelaba que estaba mirando "a través" de su interlocutor. La Esfinge de Egipto parecería una escultura epiléptica a su lado. La cara del bíblico parecía no dar crédito. - ¿Crees que su conciencia está limpia? ¿O que no podrá soportarlo? - siguió insistiendo.

Ni un gesto, apenas un pestañeo. Esta vez duró cinco minutos por lo menos, una barbaridad. Notaba el sonrojo que produce la tan traída y llevada vergüenza ajena. El rubor se asomaba a mis mejillas, mientras Antonio guardaba silencio como el Ebro cuando pasa por el Pilar. Iñaqui lo miraba con ojos como platos, con su risita líquida de ofidio. Antonio siempre ha sostenido que no se dirigía a él, sin darle la mayor importancia.

Al final los miembros bíblicos empezaron un debate sin interés hasta que Iñaqui y yo nos decidimos y los escandalizamos con nuestra postura. Según lo veíamos la película era precisamente un canto contra el sentimiento de culpa: el refrendo de que es posible matar y superarlo. Aunque soy un provocador nato debo confesar que lo sentía de todo corazón. Fue un debate ameno aunque de perfil muy bajo. Eso sí, nos estuvimos riendo de Antonio el resto de la tarde, y cuando nos juntamos todavía se lo recordamos.

Epílogo:

Iñaqui propuso asistir con regularidad a las proyecciones del GBU Cerbuna. No le movía el afán provocador, sino algo parecido a la ornitología. Al final no pudo asistir porque se apuntó a un club de ajedrez. Se preparó a conciencia. Fue a la bilbioteca y estudió algunos libros. Llevaba 5 o 6 años sin practicar. Sus inicios fueron duros: le ganaron dos niños de 8 años. Su tercera partida casi le hace desistir. Se enfrentaba a una niña de 9 años. La niña le dio una paliza sin apenas mirarle, mientras se comía un flash y jugaba a una game boy. Al final se rehizo, haciendo gala de un gran afán de superación. Por fin ganó a un niño de 12 años, "con cara de Pitagorín y que zabía un montón de jugadaz". Iñaqui cecea un poco.

La palabra

"La palabra" es la traducción de Ordet (1955), de C.T. Dreyer. Una verdadera joya que se puede ver actualmente en los cines Verdi de Madrid.



Johannes, el hijo mediano








La película se sitúa en una pequeña comunidad de la Jutlandia occidental, hacia 1930. El abuelo Borgen detenta la granja de Borgensgaard. Tiene tres hijos: Mikkel, Johannes y Anders. El primero está casado con Inger y tiene dos hijas. Inger se encuentra embarazada. Johannes es un antiguo estudiante de teología que ha perdido el juicio por leer a Kierkegaard. Se identifica con la figura de Jesucristo, es un mesías que predica en las dunas. El pequeño, Anders, está enamorado de la hija del sastre, pastor de un sector religioso ortodoxo.

Hablando con un compañero de trabajo holandés, hace poco, le mostraba mi asombro y mi incredulidad. ¿Cómo pudo el protestantismo imponerse en su país (entre otros) al catolicismo? Él me contaba, azorado, que su madre, sin ir más lejos, vive la religión con un miedo rayano en el terror, con un sentimiento de culpa superlativo que la lleva a bloquearse en circunstancias cotidianas. Me precisó, sin embargo, que sólo un 25% de la población se confiesa religioso.

He rescatado "Terror y temblor" (1943) de Kierkegaard, de mi estantería. Todo el libro es un canto a la revitalización del espíritu en contra de la religiosidad mundana y de la sistematización hegeliana. El argumento gira entorno a la figura de Abraham, en concreto al episodio del Génesis en que Dios le pide que sacrifique a su hijo Isaac, llegado en su senectud y tras una vida de plegarias continuas. Escribe Kierkegaard: "Partió la leña, sujetó a Isaac, encendió la pira y sacó el cuchillo". ¡Mi amado oyente! Muchos padres han creído perder con sus hijos su más preciado tesoro en el mundo y toda esperanza para el porvenir; pero ninguno de los hijos ha sido el hijo de la promesa en el sentido en que Isaac lo fue para Abraham.[...] Pero no dudó; no miró angustiosamente a derecha e izquierda, no fatigó al cielo con sus súplicas. Sabía que el Todopoderoso lo estaba probando y que ese sacrificio era el más duro de los que podía exigirle; pero sabía también que ningún sacrificio es demasiado duro cuando Dios lo ordena, y sacó el cuchillo.

Kierkegaard dedica toda la obra a la figura de Abraham, a su relación con Dios, a la diferencia entre amor y fé en el Padre, en la figuras de El Caballero de la Fe y la Resignación Infinita. Una de las historias secundarias de Ordet muestra al viejo Morten resistiéndose a creer, como Abraham, que ha llevado a su hijo a la locura al procurarle los estudios de Teología. Es sólo el principio de un maravilloso ensayo sobre la fe. No es necesario sentir ningún tipo de fervor o creencia para dejarse arrastrar por la poesía del film.

Ordet es una adaptación al cine de la pieza del pastor y dramaturgo Kaj Munk. Supongo que el espectador compartirá mi sorpresa inicial cuando asista a una prodigiosa puesta en escena con un cariz totalmente teatral. Los actores se mueven como si estuvieran sobre las tablas. Apenas existe profundidad de campo. La cámara, sin embargo, no permanece estática. Transita suavemente por unos largos planos-secuencia, calmados, con predominio de plano americano. La iluminación es fantástica y está al servicio de un realismo preciosista. Unos cuantos exteriores, no más de tres o cuatro escenarios y un estricto sentido del raccord entre ellos concentran el interés del espectador en la historia.

Conforme va avanzando la película comenzará a tomar más interés el "fuera de cámara" y se ganará en profundidad. Los actores van danzando sobriamente hacia el clímax, que tampoco hace uso de trucos o efectos visuales impactantes. Sin embargo, el espectador asiste conmovido sin perder un ápice de atención. Uno de los elementos esenciales es la fotografía de Henrik Bensten, responsable en buena parte del realismo de la película. El ritmo, preciso como el del segundero del reloj presente a lo largo de casi toda la historia, nos llevará de cabeza a un final magnífico.

Allí asistimos a un milagro, a la resolución de todos los hilos argumentales. Quien no la haya visto tiene una oportunidad única de ver una copia de muy buena calidad, además.

viernes, julio 01, 2005

Hoy comienza todo

Pues nada, unas líneas para probar...