sábado, agosto 30, 2008

Lecturas

La distinción entre Bus y Casa no se refiere a la calidad o a la necesidad de las obras en cuestión. Es mucho más difícil leer en el transporte urbano un libro de más del mil páginas que un librito de apenas 100.

Bus:

- La derrota del pensamiento - Alain Finkielkraut
- Historia abreviada de la literatura portátil - Enrique Vila-Matas.

Casa:

- La historia de los judíos - Paul Johnson.

Con Paul Johnson estoy haciendo algo que no hice antes: "lectura comparada". He desempolvado a propósito "Historia de las creencias y de las ideas religiosas", de Mircea Eliade y la Biblia ("de Dios" ltd?). Me he encontrado con que, pese a proceder de una familia fervientemente católica y tener una educación aceptable (se me perdone, pero en los tiempos que corren...) no tenía ni pajolera idea de la historia de Israel. Sí, vale, en la escuela ves una asignatura blanda y políticamente correcta que se parece a "Ética" pero que se llama "Religión", pero eso es todo.

Para empezar, la Biblia que tengo en casa era contribución de mi mujer, que ni siquiera ha hecho la Primera Comunión. Mi primer contacto con la Biblia fue en un hotel de NY, donde me di cuenta de que había leído antes "La epopeya de Gilgamesh" que un sólo capítulo de la Biblia. Pues bien, un día quitando el polvo me enteré de que tenía en casa una Biblia y me quedé con el detalle para cuando procediera, como así ha sido.

Es cierto que algo conocía, hay pasajes que son muy conocidos: Abraham y su sacrificio son repasados con minuciosidad en "Temor y temblor" de Kierkegaard, las lentejas de Josue o quien sea... Pero estoy disfrutando como un enano. Hititas, cananeos, egipcios, incluso sumerios y acadios, los dos milenios A.C. son apasionantes. La Biblia, por otro lado, no lo es menos. Pues eso, que recomiendo leer la Biblia, el Antiguo Testamento, de hecho.

La guerra fría

Tenía 11 años y me ponía Dire Straits en el walkman mientras leía "Cazador de espías", de Peter Wright. Burguess, MacLean, micrófonos a 2mm del marco de un cuadro, El Foreign Office, MI-5, MI-6...
Justo entonces caía el muro de Berlín, la izquierda no sabía a qué santo encomendarse y la informática era lo más.

La guerra fría no podía acabarse porque sí. Ni Perestroika ni pollas, ni Goodbye Lenin ni ONU. Reconozco que me lo trague como el que más. Quizá todos pensábamos en una redención soviética, en un triunfo de la libertad, en un "nadie concibe cómo no sucedió antes". Pero era mucho más literario.

Georgia on my mind.