sábado, julio 29, 2006

Una película: Rififi (1954), de Jules Dassin

Tony le Stephanois se dedica a jugar timbas de poker con indeseables hasta altas horas de la madrugada en la trastienda de garitos parisienses. Acaba de salir de prisión y se encuentra sin un céntimo. Su amigo Juan le propone un golpe muy ambicioso sobre una joyería, con el que tendrán la vida resuelta. Tony no lo tiene claro, sabe que un nuevo desliz le supondría la perpetua, y rechaza la oferta. Todo cambia cuando se entera de que Mado, su antigua amante, es la chica de un conocido gángster

Rififi

Rififi significa camorra, escaramuza, algarada. Como dice la letra de la canción, no busque la palabrá en el diccionario, es pura jerga. El título proviene de la novela en que se basa, Rififi chez les hommes, del escritor Auguste Le Breton, que a su vez se encarga de los diálogos. François Truffaut opinaba que Rififi era "la mejor película de cine negro que he visto nunca". ¿Quién no siente curiosidad por ver el film ante una afirmación tal? No se dejen engañar por el nombre del director: Jules Dassin era tan norteamericano como que había nacido en Connecticut.

Jules Dassin en Europa

Jules Dassin había sido uno de los contados profesionales del cine que se había negado a delatar a ningún compañero durante los interrogatorios del Comité de Actividades Antinorteamericanas. La caza de brujas le cerró todas las puertas de un Hollywood desmantelado por el macarthysmo. Aunque la izquierda europea lo recibió con los brazos abiertos, Dassin tenía verdaderos problemas para trabajar y mantener a su familia: todos sus proyectos se iban abajo una y otra vez por a) los problemas de distribución en USA aducidos por los productores o por b) la obtención del ridículo título "nobiliario" de persona non grata (undesirable, como explicaba él mismo) en países como Italia. El entusiasmo de parte del pueblo francés por el cine americano, unido a la inminencia de la Nouvelle Vague situo a Dassín en una situación realmente inédita para él: el control absoluto de la película. Un profesional de estudio (nada menos que la MGM) se encontró en Francia con algo tan excepcional en USA como control total sobre la producción.

Cine negro americano, ¿no?

¿Pueden apreciar el genuino sabor del cine negro en este fotograma? Juan ha reunido a Tony con Mario, un simpático italiano, que les muestra en ese mismo momento el objetivo del golpe, una céntrica joyería. Como adivinan, la cámara se acercará a la fachada a continuación para ofrecernos un plano general. El cine negro había nacido allá por 1941 en los Estados Unidos, donde al finalizar la II WW ya se había convertido en un género popular. Dassin no era ajeno al cine negro, sino que había trabajado codo con codo con las figuras más representativas, y lo conocía a la perfección. Como hemos avanzado antes, la particular situación de Dassin le colocó en franca (nunca más franca que en Francia) ventaja respecto a sus colegas de Hollywood y pudo así sortear las típicas imposiciones de estudio: metraje, diálogos, realización.

El metraje, la estructura y la osadía de Dassin

Los 115 minutos de la película exceden en 20 al metraje habitual de las películas de cine negro (y de cine clásico americano, en general). Dassin rompe el esquema tradicional insertando una larga secuencia para describir el robo, de unos 30 minutos, que finaliza cuando todavía quedan 45 para el final de la película. Ningún productor de Hollywood hubiera accedido a tal concesión, por lo menos en un momento en el que el cine negro ya era un género asimilado por el público. Aunque podamos pensar que se debe a la fidelidad de Dassin a la novela, la decepción que expreso el escritor le Breton cuando vio la película nos aclarará que fue decisión del director. El propio Dassin comentó que tuvo un fin de semana para diseñar el guión y que renunció a multiples aspectos (incluída necrofilia) presentes en el original. A todo esto hay que sumar que la escena del robo se desarrolla en completo silencio (tal y como se llevaría a cabo en la realidad) y con una minuciosidad y realismo que, procedente sin duda del neorrealismo, volveremos a ver en La Evasion (Le trou, 1960) de Jackes Becker y otras películas centrales de la nueva ola francesa.

¿Neorrealismo? ¿Nouvelle Vague?

Pues sí y no. Porque Europa en general y París en particular, era "neorrealista" por aquel entonces, al margen del cine. Está en las calles, está en la gente, está en la falta de escapismo. Una familia media en la Europa de los años 50 nos resulta neorrealista de entrada. Bebiendo de las mismas fuentes neorrealistas que el cine negro americano, además, el realismo es patente en toda la película. Pero la planificación de secuencias no es neorrealista y el montaje (excelente, por cierto) dista mucho de serlo. Existen elementos genuinos importados del cine negro hollywoodiense, como el número musical en el local L'Age D'or, propio de películas populares del género como Gilda o Blue Gardenia. Los diálogos conceden algúna frase propia de antihéroe americano al protagonista, Jean Servais, aunque el extremado hieratismo de su figura (sé que alguien se estará rasgando las vestiduras cuando lea esto) no le hace un favor al personaje.

En cuanto a la nueva ola francesa, hemos anticipado que la escena del robo es una clara precursora de la escena de la huida en La Evasión. Otro elemento típico de lo que significará la nueva ola es el erotismo relativamente atrevido, impropio de las películas norteamericanas bajo el estricto código Hayes. Si además nos fijamos en aspectos como que el protagonista es capaz de azotar a su antigua amante hasta marcarla o que dispara a sangre fría a un hombre maniatado por delator, podremos pensar que es un atecedente de la Nouvelle Vague. Pero estás y otras escenas ocurren en el fuera de cámara, rodadas y sugeridas con sumo cuidado.

Una película distinta

Por todo lo comentado, Rififi supone una película de cine negro distinta a las demás. Si el comienzo nos evoca a clásicos del cine negro como El último refugio (High Sierra, 1941), de Raoul Walsh, el final nos muestra el caprichoso montaje de una carrera en coche que nos sugerirá de inmediato el cine de la nueva ola francesa. Aunque todas las películas y rodajes tengan su componente circunstancial, Rififi parece mucho más condicionada por los avatares ya comentados. El resultado es una película construída sobre el canon Hollywoodiense por un director con oficio pero que no estaba sometido a las reglas propias de los estudios. En suma, una magnífica película que merece una revisión.

1 comentario:

Anónimo dijo...

best regards, nice info »