domingo, septiembre 18, 2005

¿Síndrome?


El otro día me decía un conocido, con toda la razón: "¿qué pinta esta noticia en el Telediarío?". Cada día hay alguna: "El pequeño Jonathan falleció cuando su cabeza quedaba atrapada en una plancha de metal que cedió ..." Ningún informativo se libra y es una consecuencia directa de la búsqueda de 'share' a toda costa. El motivo último no está claro: ¿pedagogía o escarnio de los familiares?. Frecuentemente se cuela alguna noticia relacionada con "El síndrome de Diógenes".



El síndrome de Diógenes es una psicopatología que puede (y suele) carecer de enfermedad mental asociada. Digamos que la propia Psicología lo define como una rareza o extravagancia que consiste en un extremo abandono del autocuidado. Llaman la atención unas cuantas características identificadas con este síndrome, conocido como tal desde 1975:

- Se da en personas mayores, casi siempre en la tercera edad.
- Aparece en sujetos que viven en completa soledad y aislamiento.
- Suelen ser vecinos/familiares de los aquejados los que denuncian la situación a las autoridades.

Las ocurrencias más televisivas se dividen en dos grandes grupos:
  • 1) Los vecinos o los propios familiares de visita ocasional alertan a alguna autoridad competente por el olor de los despojos acumulados en la casa del afectado. El mismo será llevado a un Hospital en el que se le procurarán cuidados.
  • 2) El aviso llega demasiado tarde y es el propio cadáver del afectado el que provoca la alarma.

Es curioso que un sentido tan prescindible como el olfato sea el que dé la voz de alarma sobre un hecho tan visible y audible.

Acostumbrado a masivos movimientos de opinión como el acaecido en favor del tetrapléjico gallego espero con impaciencia el resultado en forma de "opinión universalmente correcta" al que dará lugar el Síndrome de Diógenes. El hecho de que los afectados suelan hacer gala de una misantropía activa retrasará algo la génesis de la consciencia social del S.D, sin duda, pero no tardará en llegar.

El individuo afectado por el síndrome de Diógenes ha perdido la batalla a priori, antes de que empiece el combate. Si entendemos como libertad verdadera aquella que no vulnera la de los demás, inequívocamente vivir al lado de un anciano aquejado del síndrome nos legitimará a denunciar su situación y solucionar el problema de habitabilidad (casi nunca será la compasión "per se") que nos provoque. Pero no por ello hay que obviar el punto de vista del "enfermo".

Imaginen, doña Brígida G.R, 84 años. Noticia del mediodía. Acaba felizmente, se muestran imágenes del domicilio de la ínclita furiosamente desinfectado por un brillante equipo del SELUR. Los vecinos han recuperado la normalidad. La anciana está a salvo en el hospital H donde un equipo médico, despues de estabilizar sus constantes (dudo que la relativa a Felicidad se haya estabilizado con éxito) donde está recibiendo el tratamiento oportuno. Rebobinemos.

Veinte años antes doña Brígida, ama de casa, ha perdido a su marido y con él, la alegría de vivir. Sus parientes, que viven a cientos de kilómetros, tienen dificultades para visitarla e incluso para llamarla por teléfono. Los recuerdos duelen y quizá la lucidez mental es el peor enemigo de ese cuerpo cansado. La rutina de cada día deja de tener sentido. El sol sale cada mañana por el mismo sitio y la despierta para recordarle que hoy es también ayer, y que mañana también lo será. No sabe cuánto tiempo hace de que la resaca de vivir la visita todas las mañanas. Ya no quedan vecinos conocidos, los nuevos acaban de llegar todos los días, desde hace 10 años. Al principio pensaba mucho en el pasado, en su juventud, en los momentos de verdadera felicidad que tuvo. Alguien dijo que siempre quedan los recuerdos, pero no es cierto. Cada vez que doña Brígida intenta recordar le pasa como con los padrenuestros. Nada más empezar se suceden todos mecánicamente. Lo ha hecho tantas veces que vuelan en un abrir y cerrar de ojos, sin que pueda tener la certeza de que no son más que la huella difuminada de lo que recordó ayer. Así que se sienta a morir. Pero como no muere hay veces que sale a la calle. Y recoge lo que encuentra, porque nada le interesa si está más allá de las puertas de su casa. El universo no es uno sino dos. Lo que está dentro de su casa, que ya es su cuerpo, y lo demás.

El desenlace lo conocemos porque ahora sale en la tele. Acaba el telediario. En una habitación del hospital un psicólogo le esta diciendo, sentado junto a su cama, que tiene que cuidarse, que cuidar el cuerpo es una forma de cuidarse a uno mismo. Le pregunta si no está mejor ahora que hace dos días y ella responde que sí sin escucharle. Se aconstumbrará a la nueva vida en el geriátrico. Si se ha acostumbrado a 20 años de soledad y 80 de sufrimiento cómo no va a hacerlo. Si tiene suerte perdera la cabeza. Mientras tanto un estudiante de Medicina está acabando su tésis. Versa sobre el síndrome de Diógenes. El futuro médico subraya aliviado pensando en cuánta gente se podrá salvar ahora que se está tomando conciencia sobre el asunto. Es una buena persona y de verdad sufre por los demás. No comprenderá lo inútil de su tesis hasta muchas décadas después.

No hay comentarios: